El fin último de esta cruzada virtual es la divulgación de buena música. "¿Qué es buena música para este gentil caballero?", se preguntarán. La respuesta es asaz sencilla: buena música es la que servidor dice que es buena música. Simple, ¿verdad?
La buena música -procedan, si son tan amables, a extraer carboncillo y cuaderno del fondo de sus pupitres, y tomen nota- es sobretodo aquella que se encuentra en los márgenes de la inmundicia sonora que constantemente les intentan vender desde poltronas de opinión estandarizada e interesada.
La buena música es buena per se, independientemente de dogmas estilísticos, y trasciende cualquier muro que el estúpido ser humano levante con afán de acotarla: siempre encuentra poros a través de los cuales filtrarse para que todo aquel que lo desee sea capaz de degustarla febrilmente.
Frecuentemente se da el caso de individuos/colectivos que, practicando la buena música, se limitan a caminar por sendas que otros ya han transitado previamente. Y lo llevan a cabo exhibiendo calidad y dignidad. Pero no son ellos los que re-visitaré en este legajo imaginario, sino los maestros; los visionarios; los que abrieron brecha: los que, convirtiéndose en referencia o no, se desmarcaron de ortodoxias ya existentes y forjaron el futuro desde su propio presente.
A todos ellos, por todos ellos y para todos ustedes.